Las revelaciones de Raúl Diez Canseco, ex primer vicepresidente de la República del régimen toledista, en el sentido de que “algunos apristas se le acercaron para conspirar por la posibilidad de vacar al presidente Toledo y dejarlo a él como presidente de la República” han suscitado que la máxima dirigencia del nonagenario partido de Haya salga a rechazarlas desesperadamente, pese a que en este caso hay indicios razonables de su veracidad, como la moción de mayo del 2005 y su oposición a la RL 030-2003-CR del 04.06.2004. En este contexto, también el ex presidente García rechaza lo de la conspiración y en entrevista televisiva manifiesta que se opuso a que se “hablara de reelección”, y que “cuando uno juega a la reelección, entonces gobierna mal”; sin duda, refiriéndose a lo sucedido en su primer gobierno, sobre todo en su tramo inicial, en el que producto de la farra fiscal, su ministro don Wilfredo Huayta Núñez, hizo pública la intención aprista de “gobernar 50 años”. Hasta hubo un diputado de apellido Marisca, que planteaba la modificación de la Constitución de 1979 para establecer la reelección presidencial inmediata. En tal sentido, la revelación nos llama a recordar los históricos entusiasmos apristas por desestabilizar gobiernos con legitimidad democrática, para lo cual mal utilizan su experiencia en el dilatado ejercicio de oposición y las enseñanzas del asesor argentino, señor Carbonetto. Hay acontecimientos de su historia que muestran esa tendencia. El cinismo fujimorista tiene un serio competidor para su “primer puesto”, el del aprismo. La historia escrita está, hay que aprender de ella, recordar, para no repetir errores.
Pedro Morales.
